CLÍNICA ABORTISTA: UNA CÁMARA DE HORRORES (primera parte) - INCIDE
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24 Ago CLÍNICA ABORTISTA: UNA CÁMARA DE HORRORES (primera parte)

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POR: ARQ. CARLOS MARTIN QUINTERO ORCI

Este es un extracto de testimonio de Patricia Sandoval, quien pasó de ser enfermera de Planned Parenthood (PP) a líder provida. Su primer embarazo fue a los 19 años de edad. Estaba feliz, hasta que unas “amigas” le calentaron la cabeza diciéndole que estaba cometiendo un error. Que tenía que enfocarse en sus estudios, en su éxito. Que lo que llevaba en su vientre sería bebé cuando tuviera 5 meses de embarazo, y ya que en ese momento tenía 4, entonces sólo era una bolsa de células. Así que decidió abortarlo (lo mismo haría después en otros dos embarazos).

Cuenta Patricia:

Llegué a la clínica con mucha vergüenza. En la sala de espera vi entre 20 y 30 adolescentes, listas para abortar, lo que me sorprendió mucho. Me dijo la recepcionista: “Es que aquí, en California, y en muchas partes de los Estados Unidos, las chamacas pueden abortar desde los 13 años de edad ya sin consentimiento de sus papás”.

Tiempo después, al buscar empleo, vi un anuncio de PP en el periódico. Me entrevistó la gerente. Preguntó que si tenía problemas con el aborto. Dije que no. Que de hecho ya había tenido tres. Y ella dijo, “perfecto, porque hacemos de 20 a 25 abortos los miércoles y los viernes. ¿Tienes problemas con ver sangre?” Y dije que no. Ella dijo: “Contratada. Empiezas el lunes”. Conocía a PP como cliente, y ahora sería como empleada.

Recuerdo el primer día. La gerente, que era muy fría, me dijo: “Hoy toca consulta. No puedes usar las palabras: bebé, él, ella, papá, mamá. Te vas a tener que referir al bebé como ‘eso’. Y algo muy importante: que esas jóvenes no vean el ultrasonido. La pantalla debe estar volteada hacia otro lado. Y si están asustadas y no quieren venir a su cita para el aborto, debes hacer todo lo posible para que no dejen de venir. Diles que tú has tenido abortos y que estás bien, y que ellas van a estar bien”.

Empecé a preparar a esas muchachas para el aborto, y todas preguntaban lo mismo: “¿Mi bebé va a sentir esto?”. Yo les miraba a los ojos y decía: “No es un bebé. No va a sentir nada porque sólo es un pedazo de tejido”. Decidí que realmente quería creer eso. “Yo he tenido tres abortos y estoy bien. Esto sólo va a tomar cinco minutos y todo va a estar bien”. Yo estaba, básicamente, vendiendo abortos sin darme cuenta.

Pero al día siguiente –martes- era el día que las mujeres que sí querían tener a sus bebés llegaban a PP por cuidados prenatales. Durante sus ultrasonidos, las dejábamos ver la pantalla. Las enfermeras les decían: “mira tu bebé”, “vas a ser una gran madre”, etc. El vocabulario era completamente hipócrita.

El miércoles era día de abortos. Apenas llegué, la gerente me dijo: “Este día vas a tener que trabajar muy rápido porque vamos a tener un médico abortista externo (así PP se lava las manos en caso de que la paciente sufra complicaciones) y va a ir de un cuarto a otro realizando abortos. Se supone que cada uno dure cinco minutos, así que hoy vas a asistir a las mujeres durante sus abortos y al mismo tiempo vas a ayudar al doctor. Y algo muy importante, Patricia: no les puedes decir a las madres o a los padres que, después del aborto, tiramos a los bebés a la basura”.

La primera muchacha que entró tenía probablemente unos 15 años de edad y tenía tres meses de embarazo. El doctor, cuando entró, se portó muy pesado. Ni siquiera la saludó y sacó la aguja. Era una aguja de este tamaño (unos 45 cms.) y dijo: “siete inyecciones en el útero para que no sienta nada”. La muchacha sudaba y lloraba. No recuerdo haber visto esa aguja durante mis abortos, y cuando la vi fue algo muy impresionante.

El brazo del doctor moviéndose en forma violenta, el sonido de la máquina aspiradora de restos… Ella estaba gritando. Todo era muy caótico. Cuando vi el esfuerzo del brazo del doctor me quedé pensando: “¿Cómo sabe si no está dañando su útero, sus ovarios, o si sacó todo fuera? Esta es una cirugía a ciegas. El médico no puede ver lo que le está haciendo a esta muchacha”.

Por la cantidad de sangre y sustancias que sacaron, el doctor calculó que ya había terminado. Yo tenía que llevarme la bolsa con las sustancias y los restos del bebé. La enfermera que me estaba entrenando me llevó a un cuarto pequeño en la parte posterior del local y me dijo: “Este cuarto debe estar todo el tiempo cerrado, porque los pacientes pasan por aquí y no deben ver lo que hacemos. Ahora vas a vaciar esa bolsa dentro de ese recipiente”. Así que agarré valor. Mi corazón latía aceleradamente, y recuerdo que cuando vacié la bolsa, lo primero que me resultó difícil fue el olor. Era terrible, me quería morir.

La enfermera hurgó dentro del recipiente con unas pinzas, y pensé que íbamos a encontrar la masa amorfa, el pedazo de tejido. De repente levantó hacia la luz un brazo, y pude ver los detalles de la mano: las líneas de su palma, sus uñas, todo. Y ella dijo: “Patricia, esta es la parte número uno. Tenemos que encontrar cinco partes del cuerpo e identificar cada una de ellas. Así podemos informarle al doctor que el aborto fue un éxito”.

(Continúa mañana)

Carlos Martín Quintero Orcí

arqcquintero@yahoo.com

Puntos curriculares:

*Arquitecto con experiencia en todo tipo de proyectos.

*Colaborador de INCIDE desde el 2001.

*Historiador aficionado de la ciudad de Hermosillo.

*Escritor en diferentes medios acerca de diferentes temas.

*Fotógrafo del paisaje y de la construcción.

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