LA FAMILIA NUMEROSA: UNA BENDICIÓN - INCIDE
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22 May LA FAMILIA NUMEROSA: UNA BENDICIÓN

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POR: ARQ. CARLOS MARTIN QUINTERO ORCI

Hace tiempo, dos familias –una con seis hijos y la otra con dos- disfrutaban juntas un día de campo por el rumbo de El Zacatón. El padre con dos hijos, al ver cómo chacoteaban los seis hermanos de la otra familia, preguntó sorprendido al otro: “¿Cómo le hacen? Ustedes, que son más, se la pasan más agusto”. Lo decía porque él y su señora estaban más tensos y aprensivos con sólo sus dos hijos. Y es que desde los 70’s, nuestras autoridades, por presión del Banco Mundial, vienen promoviendo la planificación familiar (término que utilizan mañosamente como sinónimo de “tener pocos hijos”) bajo el falso argumento de la sobrepoblación, y de que tener pocos hijos hace familias felices mientras que tener más produce pobreza e infelicidad.

¿Entonces debemos multiplicarnos como conejos? La familia debe estar abierta a la vida, es obvio, pero puede haber razones graves que harían moralmente lícito espaciar o eludir los nacimientos, siempre y cuando esto se haga con métodos naturales (que contra lo que dicen algunos, en realidad sí funcionan), ya que los anticonceptivos, y más aún los abortivos, nunca serán moralmente aceptables. Las razones pueden ser médicas (peligro, real y cierto, de que un nuevo embarazo ponga en peligro la salud o la vida de la madre, o de transmitir a los hijos graves enfermedades hereditarias), psicológicas (determinados estados neuróticos de angustia y ansiedad ante la posibilidad de un nuevo embarazo), económico-sociales (una situación de dificultades económicas serias, en la que no puedan soportar la carga económica de un nuevo hijo, la falta de vivienda, etc. No son válidos, en cambio, argumentos como: “no me falta lo necesario para sustentar a mis hijos, pero deseo darles la mejor educación posible”; “el ambiente social y mi profesión exigen un tipo de vida que no sería posible con un nuevo hijo”, etc.).

Menos aún es lícito limitar el número de hijos por motivos abiertamente egoístas: para poder seguir viajando, para poder seguir asistiendo a eventos sociales, para tener más bienes materiales, o simplemente “para no batallar” con los hijos. Pero en esta vida siempre se batalla, tarde o temprano, si no es por una cosa es por otra. Quienes tienen pocos hijos por motivos egoístas, no consideran que con esa forma de pensar y de educar se arriesgan más a quedarse solos en su vejez, y entonces sí que van a batallar. Es preferible batallar cuando se está joven y lleno de vida que ya en la vejez.

Pero en el mundo actual, tan hedonista, tan desorientado, muchos prefieren comprar (“adoptar”, dicen, cual si fuera un niño) un perro o un gato antes que tener un hijo. Hay muchos servicios para mascotas: estéticas, cementerios, hoteles, y hasta sicólogos para curarles “el estrés”. Una vez platicaba yo con una señora, cuya hija no quería tener hijos, pero sí tener un perro y sólo pasársela bien. Me platicó que cuando la hija y su marido salían a pasear, llevaban al perro en una carreola. Pregunté sorprendido: “¡¿En una carreola?!” No sé, me salió del corazón. Debo haber puesto cara de “¿están locos?” porque la señora de repente cambió de tema. Dado que el egoísmo es veneno para el matrimonio, no sorprende que la pareja haya terminado separándose.

Que los hijos salgan bien o mal educados no depende de la cantidad, sino del esfuerzo de sus padres por formarlos bien. Sin embargo, los hijos aprenden más a convivir, a compartir, y a asumir responsabilidades en una familia numerosa. Y es que estas tienen otra dinámica. Los hermanos se cuidan y se apoyan entre ellos. En cierta ocasión, un padre de familia con 8 hijos platicaba con su futuro yerno. El joven traía esas ideas de tener pocos hijos, que para “educarlos mejor”. El señor cuestionó sarcásticamente: “¿entonces quiere decir que yo tengo ocho hijos muy mal educados?” Personalmente conozco a esa familia, y son magníficas personas.

Las familias numerosas tienen sus ventajas. En un estudio realizado a 1700 personas graduadas en la universidad de Yale entre 1922 y 1926, se encontró que el éxito profesional predominaba en los provenientes de este tipo de familias. En cambio, los defectos y los sufrimientos de los hijos únicos son conocidos: criados con demasiada precaución y cuidados, tienden a ser más egocéntricos y menos luchadores (no siempre, pero sí por lo general) que los de familias numerosas, que saben compartir mejor y han sido educados habitualmente en el esfuerzo y el sacrificio, valores fundamentales para triunfar en la vida. El hogar desempeña un papel importantísimo en la formación del niño, y las familias grandes son, generalmente, más sanas, donde se valora más el amor y la unión familiar, el trabajo y el esfuerzo colectivo para salir adelante.

Así que los esposos no deben tener miedo de abrirse a la vida y decidir en conciencia y con generosidad cuántos hijos deben tener de acuerdo a sus posibilidades (esta sí es verdadera planificación familiar). Una familia numerosa no sólo es una bendición para todos los familiares, sino también para la sociedad.

Carlos Martín Quintero Orcí

arqcquintero@yahoo.com

Puntos curriculares:

*Arquitecto con experiencia en todo tipo de proyectos.

*Colaborador de INCIDE desde el 2001.

*Historiador aficionado de la ciudad de Hermosillo.

*Escritor en diferentes medios acerca de diferentes temas.

*Fotógrafo del paisaje y de la construcción.

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