LA URGENTE NECESIDAD DE VOLVER A INCULCAR VALORES MORALES - INCIDE
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22 Jul LA URGENTE NECESIDAD DE VOLVER A INCULCAR VALORES MORALES

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POR: ARQ. CARLOS MARTIN QUINTERO ORCI

Nunca ha sido más cierta que ahora la frase que hemos escuchado muchas veces en nuestra vida: “el mundo está de cabeza”. Se le llama malo a lo que es bueno (castidad, caballerosidad, autoridad, etc.) y bueno a lo que es malo (venganza, rebeldía, aborto, etc.). Estas últimas generaciones han sido educadas por los medios, cuya aportación deja mucho que desear.

Tomemos por ejemplo las películas y programas de televisión. Desde hace décadas, estos nos han acostumbrado a la idea de que sólo hay dos tipos de gente: los buenos y los malos, y que el final feliz es cuando al “malo” lo encarcelan, lo matan, o por lo menos le dan una buena golpiza. Jamás se nos presenta al “malo” arrepintiéndose de sus actos, volviéndose bueno y siendo perdonado, como si eso no fuera posible.

Más recientemente, comenzaron a difundir también la idea de que es bueno romper las reglas y desafiar a la autoridad. Y, pese a que no es nuevo que utilicen la sensualidad, hoy promueven abiertamente el libertinaje y la depravación sexual, tanto en televisión, como en películas y en canciones (especialmente las de reggaetón). Se ha hecho común presentar hombres feminizados y mujeres masculinizadas, y pobre del que no esté de acuerdo, porque se le etiqueta como “machista”. Y peor aún: ahora pretenden adoctrinar a la niñez y juventud para que vean a la ideología de género como si fuera algo bueno.

Pese a todo, hasta hace poco, las sociedades habían logrado mantenerse relativamente sanas. Pero hoy estamos viendo algo inusitado: la corrupción de la mujer, lo cual es algo muy grave, ya que, como dijo alguien por ahí: “si quieres corromper una sociedad, corrompe a sus mujeres”. ¿Cómo es eso?

A la mujer se le concedió la maravillosa oportunidad de contener en su seno lo más precioso sobre la tierra: un hijo. Ella es el pilar del hogar, de la familia, y ésta última lo es de la sociedad. La mujer educa, y al hacerlo conduce a los suyos a su plenitud. La madre de familia tiene un magnifico papel: ser la primera trasmisora de valores. Pero hoy, algo está cambiando.

Hace algunos años, el dueño de un taller automotriz, ya mayor y cerca del retiro, quien no tenía inconveniente en “darle chanza” de pagar después a los clientes que iban a recoger su carro y no tenían dinero para pagar en ese momento, me comentaba que en los viejos tiempos batallaba con los clientes hombres para que le pagaran, pero con las mujeres no, porque ¡qué esperanzas de que una dama fuera malapaga! “Pero ahora”, me dijo, “hay una nueva generación de mujeres, con estudios universitarios, y con las mismas mañas que los hombres”, refiriéndose al hecho de que ahora, también entre las mujeres, había clientes malapaga.

En una familia, el padre pudiera no ser alguien ejemplar, pero aún así los hijos salían bien formados, gracias al ejemplo y la enseñanza de la madre. Ella es la última línea de defensa. Pero cuando esta tampoco da un buen ejemplo, no hay mucha esperanza de que los hijos salgan mejores en cuestión de valores.

Es cuando uno se pregunta ¿cómo puede suceder esto en una sociedad como la nuestra, que es muy creyente y mayoritariamente católica? Pues porque, por un lado, en las últimas generaciones muchos padres de familia han ido perdiendo el interés en educar en la fe a sus hijos. Hacen que se preparen para la primera Comunión, y una vez que la hacen, hasta ahí llegó el asunto. Y por otro lado, como ya lo mencioné, el bombardeo de ideas equivocadas a través de los medios, que deliberadamente incluyen mensajes anticatólicos.

Por eso hay tantos católicos que lo son sólo porque están bautizados. Católicos que viven como si no lo fueran, y que prácticamente no conocen ni se interesan acerca de su fe ni de lo que ésta enseña, pero que aun así se atreven a cuestionarla cuando no les gusta alguna de sus enseñanzas (como por ejemplo, la ilicitud moral del uso de anticonceptivos).

Cuántos católicos hay que, habiendo recibido el sacramento del matrimonio, terminan divorciándose, y sin siquiera solicitar ante un tribunal eclesiástico la declaración de nulidad (que no es lo mismo que “anulación”), se “vuelven a casar” con otra persona (nomás por el civil, obviamente) o simplemente se “arrejuntan”, lo que resulta ser un pésimo ejemplo para los hijos.

Según estadísticas, en México, más del 80% de la población se dice católica, pero en realidad es sólo una minoría la que realmente piensa y vive de manera coherente con su fe. Conozco a alguien cuyo abuelo, hace muchos años, llegó incluso a pertenecer a una asociación católica, y ahora él (mi conocido) se declara ateo. O sea que, con el tiempo, la fe se fue dejando de lado en esa familia. Es por ello que hoy resulta urgente que nos formemos más en cuestión de fe y valores morales, y que los padres de familia lo hagan con sus hijos, además de darles –por mucho que cueste- buen ejemplo. Sólo fortaleciendo la institución familiar se fortalecerá la sociedad, y así muchos problemas de esta última se resolverán automáticamente

Carlos Martín Quintero Orcí

arqcquintero@yahoo.com

Puntos curriculares:

*Arquitecto con experiencia en todo tipo de proyectos.

*Colaborador de INCIDE desde el 2001.

*Historiador aficionado de la ciudad de Hermosillo.

*Escritor en diferentes medios acerca de diferentes temas.

*Fotógrafo del paisaje y de la construcción.

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