02 Sep BREVE DICCIONARIO DE TÉRMINOS “POLÍTICAMENTE CORRECTOS” (O “POLÍTICAMENTE MAÑOSOS”) Pt.2
Machismo: este término siempre ha existido, y es la actitud del hombre que se gasta su sueldo en borracheras y parrandas, que anda de mujeriego, descuidando a la familia y golpeando a su esposa. Pero ahora se aplica a cualquier hombre que simplemente no esté de acuerdo con el estilo de vida homosexual o con que la mujer haga cosas impropias de una dama (boxeadora, soldado, etc.).
Pro-choice: personas que promueven, en teoría, el que la mujer pueda decidir libremente si aborta a su hijo o no, pero que en realidad sólo promueven el que la mujer pueda abortar. ¿O acaso alguna vez se manifestaron contra la política china del hijo único?
Producto: se le llama así al bebé que se está desarrollando en el vientre materno.
Salud reproductiva: eufemismo utilizado para denominar la práctica del aborto y del control natal.
Terapias de conversión: falso término utilizado para las terapias para superar la homosexualidad, ya que “convertir” significa “Hacer que alguien o algo se transforme en algo distinto de lo que era”. Así, el que una persona con disforia de género se reconozca como lo que realmente es, hombre o mujer, no tiene nada que ver con “convertir”. Algunos legisladores, de manera perversa, están prohibiendo estas terapias, aun cuando el propio homosexual se quiera someter a ella por voluntad propia. ¿Dónde queda entonces lo del “libre desarrollo de la personalidad”?.
Ultraderechista: antes se llamaba “derechista” a quien estaba a favor del sistema capitalista, de libre mercado, y “ultraderechista” al de ideas nacionalistas y fascistas, cayendo en el fanatismo. Pero hoy, basta con que una persona se manifieste como provida y profamilia –que es de sentido común- para que se le etiquete como “ultraderechista”. En cambio, a las organizaciones comunistas, por más radicales que sean, se les etiqueta con el inocente término “de izquierda”.
Violencia: es la agresión física, verbal o psicológica, contra otra persona. Pero ahora, a cualquier cosa que incomode a alguien, aunque no haya ningún tipo de agresión, se le llama “violencia”. Hace poco vi en el internet uno de esos anuncios en los que se pedía la colaboración para encontrar a una persona desaparecida (ha habido muchísimas en estos últimos años, y el marcado incremento NO es culpa de las administraciones anteriores), pero el aviso perdía seriedad al terminar con las palabras “no colaborar también es violencia”. También se considera ahora como “violencia”, por ejemplo, llamarle “señor” a un travesti, que no por ser esto último deja de ser señor.
Violencia política de género: derivado de lo anterior, se ha tipificado este tipo de “violencia”, que son las acciones y omisiones que van en contra de los derechos políticos de las mujeres. Puede ocurrir en el ámbito público o privado y puede ser simbólico, verbal, patrimonial, económica, psicológica, física y sexual. Con esto se coarta la libertad de expresión, como le ocurrió a cierto comunicador, por expresarse en contra de una propuesta de ley a favor del aborto hecha por una diputada federal. La autoridad castigó al comunicador con una multa de $47,000.00, a tomar un curso para “reformar” su lenguaje y su forma de pensar, a publicar una disculpa pública que ellos mismos redactaron, a borrar los tweets que había publicado, a que su nombre aparezca más de 6 años en el Catálogo de Infractores de Violencia Política, y hasta con la probabilidad de ser condenado de 2 a 6 años de cárcel. Un brutal atropello a la libertad de expresión y de pensamiento. Y como este, ha habido otros casos por el estilo. Como si los ciudadanos, que son para quienes se supone que trabajan los políticos, no tuvieran derecho a contradecirlos. Como si los políticos fueran reyes y no nuestros servidores.
Hoy, hablar con la verdad es ir contracorriente, en una sociedad relativista que, en general, sólo busca la comodidad material, que se ha dormido en sus laureles y no ve que bajo sus pies se está formando un socavón, que para cuando se dé cuenta, ya va a haber caído en él.
Hoy más que nunca la verdad, que no duele pero incomoda, hay que decirla, no por enojo o para condenar, sino en buen plan, ya que a final de cuentas, lo que se busca es el bien de las personas en lo particular y de la sociedad en lo general, lo que no está peleado con reclamar y exigir a las autoridades y a todos los encargados de la toma de decisiones.
No tengo el dato de quién dijo estas palabras que son muy ciertas: “La verdad dejará de existir cuando aquellos que la sabemos no hablemos de ella”.
Carlos Martín Quintero Orcí
Puntos curriculares:
*Arquitecto con experiencia en todo tipo de proyectos.
*Colaborador de INCIDE desde el 2001.
*Historiador aficionado de la ciudad de Hermosillo.
*Escritor en diferentes medios acerca de diferentes temas.
*Fotógrafo del paisaje y de la construcción.
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