06 Mar Abe
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En esta entrega comentaré una película que me hizo pensar mucho y su banda sonora también. La verdad es que entre la globalización y la relatividad personal creo que nos estamos perdiendo. Pero, pues, veamos primero nuestra película y su trama.
Dentro de la plataforma de Netflix encontré un drama de la vida actual llamada ABE. Es un niño de 12 años que le encanta cocinar y aspira a ser chef y dedica mucho de su tiempo a este fin. Su mamá es judía y su papá musulmán. La parte judío-israelita de su familia le llama Avram. La parte palestino-musulmana, Ibrahim. Sus padres, unos abogados agnósticos criados en Norteamérica, Abraham. Pero él prefiere que le llamen simple y llanamente Abe. Sólo Abe.
Cada reunión familiar se convierte en una verdadera cena de negros por las creencias, por las tradiciones, por Dios. Terminan levantándose de la mesa y retirándose de la reunión y Abe, sufre mucho por esta situación. Los padres en realidad no le están transmitiendo ninguna de las dos religiones, son los abuelos los que son muy insistentes en este punto. Abe, que en el fondo no entiende porque tiene que ser una religión mejor que otra y en esto incluye la comida, organiza y planea una reunión para las dos familias en el día de gracias, prepara platillos fusión de ambas culturas y el tradicional pavo. Como era de esperarse esta noche especial se convierte en una batalla campal y él termina huyendo. Cuando las familias se dan cuenta lo buscan, lo encuentran y ceden cada uno en lo que tengan que ceder para que Abe sea feliz.
Hasta aquí, todo bello y comprensible. Pero, al final de la película se presenta una canción que me hace analizar más la trama, se llama Milonga del moro judío. El estribillo dice así:
Yo soy un moro judío
Que vive con los cristianos
No sé qué Dios es el mío
Ni cuales son mis hermanos
El querer quedar bien con todos, el relativismo, la tolerancia mal entendida y cuando se maneja de manera errónea la libertad religiosa, nos ha llevado a estar sin valores, sin creencias, sin tradiciones y sin Dios.
El matrimonio entre personas de diferentes religiones siempre ha sido una complicación para las familias, para los implicados y para ambas religiones. La Iglesia Católica los ha aceptado mediante los matrimonios mixtos, con ciertas reglas, por supuesto. Cuando estamos lejos de un ambiente protegido, se dejan muchos detalles culturales y religiosos fuera, lo importante es el amor y la felicidad, por lo que sólo se realiza el enlace civil.
Los abuelos de Abe huyen de sus países de origen por motivos de la guerra y llegan a un país de gran libertad, sobre todo libertad religiosa. Sus hijos estudian y se van adaptando al pensamiento y costumbres del nuevo país. No consideran involucrar ninguna de las dos religiones a su matrimonio, aunque festejan las fechas importantes de cada una de ellas, porque son importantes para sus padres y demás familia, también porque son fechas importantes para ver al resto de los parientes. Abe que no entiende porque una religión es mejor que otra, el prefiere refugiarse en la comida para unir sus dos mundos. Lo logra, pero Dios no está dentro.
Involucrar a Dios complica las cosas, en cualquier religión: El quedar bien con todos y con lo que nos rodea, nos lleva a ser aceptado, pero no quedamos bien con nosotros mismos. El manejar todos los temas relativamente nos lleva a caer en errores y horrores, el bien y el mal siempre son, el bien y el mal, no es bien porque yo lo hago y mal porque tú lo haces. Otro tropezón es la tolerancia mal entendida, ya que aceptar y respetar tus creencias no significa que los demás dejaremos a un lado en lo que creemos, lo que somos y por lo que luchamos. La libertad religiosa no es que te conviertas a mi religión y sofocar tu religión, es aceptar que tienes otra manera de acercarte a Dios.
Todas las plataformas streaming nos presentan de una manera muy hermosa y maravillosa de cómo podemos manejar situaciones incomodas de todo tipo o el rebajar valores sin importar el costo. Nos están educando para que no extrañemos a Dios, para que relativicemos los valores humanos y universales y degradar la moral a grado que se vuelva normal el suicidio porque ya no cabemos en este mundo o el mundo no nos entiende; que se vuelva normal el aborto porque tengo derecho a decidir sobre mi cuerpo y sólo importo yo; que se vuelva normal la eutanasia porque el abuelo ya vivió mucho y nos quedaría más tiempo libre.
Sin importar el credo que profesemos analicemos que tan relativizada tenemos nuestra propia existencia.
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Ana Lidia Moreno Ríos
Licenciada en Letras. Asesora financiera, inmobiliaria y de seguridad patrimonial. Directora de TS Bienes Raíces. Miembro de ASAIS y MULIV. Agente de RGA Promotoría. Colaboradora de Semanario Primera Plana en materia inmobiliaria, Ex Presidenta de AMPI Hermosillo (creadora del Foro Inmobiliario) y miembro del Consejo Técnico de Consejo INCIDE, A.C.
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