Primer Simulacro nacional y Psicología del desastre. - INCIDE
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23 Jun Primer Simulacro nacional y Psicología del desastre.

Antes que nada, me parece pertinente aclarar que la psicología del desastre tiene poco que ver con los efectos psicológicos a largo plazo del desastre, (las emergencias, crisis o catástrofes), como podría ser el trauma, el estrés postraumático, o el estrés agudo por mencionar los más comunes. Cuando hablamos de psicología del desastre nos referimos al comportamiento humano durante la situación catastrófica o la crisis y que afecta de manera sustancial la planeación, manejo y gestión del riesgo

Si bien no es una rama reciente, es una rama poco conocida, que incluso los psicólogos suelen desconocer y por tanto, en español puede encontrarse como psicología del desastre, psicología de la crisis, psicología de la emergencia entre otros nombres, aunque la traducción más fiel a la investigación sería psicología del desastre.

Para nuestra legislación se entiende como desastre Al resultado de la ocurrencia de uno o más agentes perturbadores severos y o extremos, concatenados o no, de origen natural o de la actividad humana, que cuando acontecen en un tiempo y en una zona determinada, causan daños y que por su magnitud exceden la capacidad de respuesta de la comunidad afectada”.

En psicología suele describirse la crisis como eventos precipitantes que producen destrucción extensa, muerte o enfermedad o que conllevan una basta desorganización de la comunidad y/o un trauma personal

Independientemente de la definición que usemos, todos atravesaremos una crisis y/o viviremos un desastre de una u otra manera al menos una vez en la vida.

Hablar de la psicología del desastre es muy importante, pues nos ayuda a entender por qué, pese a que en ciertas áreas existe años de preparación a nivel gobierno y gran cantidad de recursos erogados en entrenamientos de alta especialización, a la hora de ocurrir el evento, parecería que nunca existió preparación ni planeación o que esta fue deficiente.

El mayor problema que enfrentamos en la actualidad, a nivel global, es que, en la mayoría de los países, por lo menos a nivel gobierno, la psicología del desastre casi no es tomada en cuenta en la etapa de gestión de riesgos y planeación de respuesta ante el desastre.  

Es decir, no se incorpora la reacción comunitaria “normal” esperable ante una situación “anormal” a la planeación de la gestión del riesgo.

Esto lo podemos ver de manera clara al analizar la difícil comunicación entre gobierno y ciudadanos de prácticamente todo el mundo al momento de intentar ponerse de acuerdo en el manejo de la pandemia.  O las miles de personas que compraron pilas de papel de baño aunque tenga poco o nulo sentido práctico. Y sabemos que de alguna forma esto suele suceder en situaciones de crisis.

¿Pero porque la ciudadanía y gran parte de los gobiernos responden a la crisis de manera reactiva, sorpresiva y como si no hubiese planeación?

La universidad de Tel Aviv ha investigado por décadas este fenómeno, tratando de explicar y entender porque si los habitantes de Israel están “acostumbrados” a vivir en conflicto, al sonar las alarmas constantemente reaccionan como si no supieran que hacer, esto también ocurren en otros escenarios como sismos y huracanes.

Una de las conclusiones a las que han llegado, es que se trata de un fenómeno de Adaptación a la situación por ser tan común que se genera indiferencia   o negación como respuesta adaptativa, por lo tanto, no hay una verdadera preparación. Por otro lado, investigadores de los Estados Unidos de Norteamérica señalan que no es propiamente una negación, si no que la vida diaria se sobrepone a la planeación.

Sea cual sea, lo que si es seguro, es que si este fenómeno social conocido, se tomara en cuenta en todos los gobiernos, los recursos podrían ser usados de manera más eficiente, especialmente en lo que refiere a las campañas de concientización.

Y aquí es donde vemos la importancia de los simulacros. Es un hecho estudiado y comprobado, que se puede entrenar al cerebro para controlar las emociones durante una emergencia y si bien operamos de manera automática, con entrenamiento apropiado, será la razón y el sentido común el que tome el mando.

Actualmente muchos países están buscando un cambio de paradigma en los protocolos de búsqueda y rescate, haciendo énfasis en lo importante que es que los ciudadanos sepan al menos lo básico al respecto.

Esto tiene una gran y sencilla razón de ser, el  95%   de las personas rescatadas de los escombros posterior a un sismo de magnitud destructiva serán rescatadas entre 24 y 48 horas por familia, amigos, vecinos o personas que se encontraban de paso por la zona.

Es decir, la persona sin capacitación especializada. Es por esto que se vuelve tan importante el entrenamiento en búsqueda y rescate de las masas.

Estudios han demostrado, que entrenar a las comunidades, no solo empodera a la población, también genera comunidades más resilientes y reduce la cantidad de personas lesionadas durante las labores de búsqueda y rescate.

Algo muy interesante en este sentido, es que aquellas personas que usualmente se consideran los eslabones más débiles por pertenecer a grupos vulnerables, son aquellos que se benefician más de estos entrenamientos.

La psicología del desastre debe ser uno de los principales elementos a ser tomados en cuenta al momento de desarrollar planes y estrategias de control y mitigación de desastres, el problema principal es que debido a la poca importancia histórica que se le ha dado, sumado a las dificultades particulares, pues varía mucho de cultura a cultura, etnia y hasta religión se le ha dado poca o nula relevancia.

En los Estados Unidos, desde hace casi dos décadas existe el voluntariado CERT de FEMA ( Federal Emergency Managment Agency ) el cual  busca entrenar a voluntarios para formar parte de un equipo comunitario de respuesta ante el desastre, dando a los ciudadanos de “ a pie” las herramientas necesarias para poder realizar labores de búsqueda y rescate de manera segura y eficiente. Parte de lo que se busca, sabiendo es imposible entrenar a todos los ciudadanos, al menos por ahora, es que estas personas sean capaces de convertirse en líderes de células comunitarias en caso de ser necesario.

Bajo el esquema CERT se ha demostrado que a más realista el escenario de entrenamiento, mejor reacción del participante al momento de confrontar la situación real, es por esto que suele usarse sangre falsa, humo, agua a presión y explosiones durante los entrenamientos físicos.

Otro ejemplo admirable es Japón, país en el cual la planeación, mitigación y manejo de desastres es parte de la curricular escolar desde la primera infancia. Bajo un esquema de prevención, intervención y resiliencia.

Si bien no de manera tan masiva o técnica, los esfuerzos que se están realizando actualmente en México para capacitar a los ciudadanos no deben pasar desapercibidos, un gran ejemplo de esto es el reciente simulacro nacional.

Si queremos reducir comportamientos sociales que agraven las crisis, debemos entender la forma en la que las personas reaccionamos y percibimos el desastre.

Introducir la psicología del desastre a la planeación y gestión de riesgos, busca reducir la brecha entre la planeación y la realidad durante el desastre. Así mismo ayuda a reducir el estrés psicológico al que los primeros respondientes son expuestos durante sus labores.

Sabemos que a nivel comunitario hay diferencias en las respuestas, pero en general atravesamos 6 fases, y está comprobado que podemos entrenar para ellas, sobrellevando de mejor manera cada una:

Pre-Desastre: Tenemos conocimiento de que el riesgo es inminente y está por suceder, por ejemplo, al sonar la alarma sísmica, recibir aviso de huracán o al saber que hay un posible evento pandémico en algún lugar del mundo, que aún no llega, pero inevitablemente lo hará.

Incertidumbre: Esta varía mucho dependiendo la duración y tipo de evento.

Impacto del evento: Esta suele ser una fase de sobrevivencia.  

Heroica: Fase reactiva en la que sobresale el heroísmo, altruismo, hacer todo lo posible por ayudar y suele ser reactiva, es decir, no sabemos que es lo mejor, pero hacemos lo que podemos con lo que tenemos.

Luna de miel: Optimismo en que todo va a estar mejor, que todo será bueno de ahora en adelante y estaremos más unidos en un mundo más feliz. Suele haber una sensación de unión comunitaria. Gran esperanza de volver pronto a la normalidad.

Desilusión: Eventualmente nos damos cuenta de que no hay manera de volver a la situación previa, la nueva realidad viene acompañada de enojo, frustración, desilusión, se desvanece el optimismo y sube la ansiedad.

Reconstrucción: Aceptación del nuevo normal y reconstrucción.

 ¿Y tú? ¿En cual fase te encuentras hoy?

Lyndsay Garnica

  • Abogada y criminalista.
  • Candidata a Doctora en Derecho de Comercio Exterior.
  • Cuenta con un MBA por Incarnate Word University, es Maestra en Derecho Marítimo por la Universidad de Oslo con especialidad en Seguro Offshore. Cuenta con formación en comportamiento humano incluyendo Estudios en Resiliencia Comunitaria ante el Desastre por la Universidad de Ben Gurion en Israel y Psicotraumatología en Newman Institute así como diversos diplomados en criminología, psicóloga criminal y psicología transpersonal.
  • También cuenta con estudios de educación continua en Química por la UNAM.
  • Más de 13 años en el sector de siniestros, daños y seguros especializándose en grandes riesgos, derecho de daños y responsabilidad Civil en México, Estados Unidos, Noruega y diversos países de Latinoamérica.
  • Ha participado en el manejo de grandes riesgos en diversas áreas, tanto legales, control de crisis, ajuste y control de reclamos.

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Correo: garnica.lyndsay5515@gmail.com