¿A qué no sabes a quién conocí? - INCIDE
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26 Mar ¿A qué no sabes a quién conocí?

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Hace meses mi esposa y yo conocimos unas personas muy especiales. Muchos tenemos la oportunidad alguna vez en nuestra vida de tener contacto por unos minutos con gente sobresaliente. Son momentos que se quedan en nuestra mente y no sólo se convierten en recuerdos memorables, sino también en la oportunidad de compartir con nuestros amigos, llenos de orgullo, que nos rozamos con tal o cual celebridad. Esos encuentros suelen convertirse en tiempos especiales y en ocasiones de asombro y aprendizaje. Es imposible no sorprendernos al conocer las hazañas y logros de estas personalidades.

He tenido la fortuna de contar con este tipo de experiencias varias veces. Hace dos décadas, justo cuando visité por primera vez Colombia, tuve la oportunidad de compartir escenario y pasar todo un día en el aeropuerto de Bogotá (debido a problemas con nuestros vuelos) con una mujer que ha tenido puestos del más alto nivel en su país, incluida la candidatura a la presidencia de la República. ¡Qué historias escucha uno de alguien así!

En un par de ocasiones comí con un escritor ganador de la Palma de Oro (premio mundial del cine) y nominado al Oscar por lo mismo. Hace poco me tocó tener de compañera de vuelo y conversar con una famosa y controvertida cantante latinoamericana. Sus canciones, y ella misma, han dado la vuelta al mundo más de una vez. Hablando de cantantes, en mis años juveniles tuve la oportunidad de ser amigo y trabajar con un hombre cuya canción, en aquel tiempo, obtuvo el récord de más semanas consecutivas en el primer lugar de la lista de popularidad de la música en México.

He tenido la fortuna de ser entrevistado y entrevistar personalidades internacionales. Por dos días conviví y entrevisté a un astronauta que viajo la Base Espacial Interncional. También recuerdo un evento en el que impartí una conferencia justo después de que lo hiciera uno de mis grandes ídolos de la infancia, quizás el futbolista más loado y apreciado de la historia de este deporte. La vida y Dios me permitieron convivir y aprender de uno de los más prolíficos autores latinoamericanos, así como ser discipulado por un maestro mundial del “management” y la dirección de empresas. Colaboré en la empresa de un cantante nominado al Grammy tratando directamente con él.

Mi intención al listar esta serie de encuentros no tiene el propósito de presumirlo. Al contrario, he aprendido que a veces la gente, incluido yo por supuesto, sentimos erróneamente que nuestro valor aumenta por haber tenido contacto con personalidades como las que he mencionado. Me da risa como caemos en el engaño de creer que por haber tenido contacto con ellos nosotros también tenemos algún tipo de mérito, como si sus experiencias y triunfos se nos pasaran por ósmosis. En realidad lo valioso de estos encuentros surge de lo que podemos aprender de ellos, de sus esfuerzos, retos, respuestas ante las adversidades y de sus grandes logros. Sus historias de vida se pueden convertir en trampolines de sabiduría para nosotros.

Hace tiempo, antes de la pandemia actual, mi esposa y yo compartimos un par de horas, y unos ricos filetes de tilapia, con una pareja admirable. Este encuentro ha sido como subir no a un trampolín de aprendizaje, sino a la plataforma de diez metros de una alberca olímpica. Ellos son un par de seres humanos que pusieron su vida en riesgo con tal de alcanzar una mejor forma de vida para sus seres queridos. Personas valientes que día a día se arman de coraje para enfrentar desafíos importantes, rodeados de incertidumbre y la posibilidad de que un simple error los lleve a separarse quizás por siempre o incluso a no volver a ver a sus familias. Sus nombres no importan, pueden ser Sergio, María, José o Candelaria. Son personas como muchas otras que probablemente no saldrán fotografiadas en los diarios y revistas; sus nombres no se mencionan en la radio y la televisión; ningún “influencer” les entrevistará y sus rostros pasan desapercibidos si les vemos por la calle. Sus estudios no llegan más de allá de unos cuantos años de educación básica, pero su ejemplo, valentía y lucha por ser mejores personas y alcanzar sus sueños es encomiable.

Agradezco a Dios que nos haya permitido conversar anoche con este par de seres humanos esforzados y valientes, que como muchos otros héroes anónimos, se atrevieron a dejar su tierra y familia para entrar a una nación extraña, con un idioma que ignoran y viviendo una odisea más peligrosa, larga y despiadada que la de Ulises. Humanos admirables que sin pretender fama y reconocimiento arriesgan todo para recuperar un poco de dignidad y esperanza. Que tienen como prioridad abrir la puerta de un mejor futuro para los suyos. Anoche conocí a un par de joyas de la vida que la mayoría etiqueta con la palabra “indocumentados”.

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