TODO MUNDO MIENTE - INCIDE
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27 Jul TODO MUNDO MIENTE

Todos hemos experimentado la sensación de entender que hemos sido victima de una mentira. Peor aun, cada uno de nosotros en algún momento de nuestras vidas por diversas razones y circunstancias hemos tenido que mentir.

Consciente o inconscientemente, con alevosía y ventaja o a manera de defensa o autoprotección, las mentiras son parte diaria de nuestro entorno; si, existen mentirosos profesionales, quienes viven precisamente del resultado de sus embustes; tenemos también a los mentirosos compulsivos, llamados mitómanos, cuyos pretextos son hasta clínicamente diagnosticados, estudiados y hasta comprendidos.

Podríamos catalogar también a los mentirosos casuales, quienes omiten la verdad por que en ese momento era lo “políticamente correcto”, es más, tenemos mentirosos piadosos, bajo pretexto de no lastimar la integridad o los sentimientos de los demás.

Siempre existe el individuo que miente de manera categórica cuando afirma: “yo nunca miento”,  los más honestos quienes argumentan “No acostumbro mentir”.  El caso es que no se exime a nadie del proceso de omitir la verdad.

El mentir tiene varias aristas, la más honesta es para preservar la integridad… ¿qué contradictorio no?

¿Qué es una mentira?: Algunos diccionarios coinciden en las siguientes definiciones:

  1. Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente
  2.  Algo que no es verdad.

En 1977 la politóloga alemana Elisabet Noelle-Neumann publíca la famosa teoria de “La espiral del silencio”, misma que  explica la forma en la que la opinión pública funge como forma de control social, al plantear que las personas adaptan su manera de comportarse a las opiniones predominantes en su contexto social sobre cuáles conductas son o no aceptables. Esta comportamiento tiene su origen a nuestro natural temor al aislamiento, que podría darse si expresáramos opiniones percibidas como minoritarias, razón por la cual los individuos estamos constantemente “sondeando” el clima de la opinión pública para determinar qué opiniones podemos expresar.

Es, en otras palabras una explicación al proceso selectivo de omitir la verdad, es cuando decidimos no dar nuestra opinión por temor a ser criticados o señalados.  Es una autoprotección;  No somos honestos, omitimos la verdad. Mentimos.

Recordemos que existe un dicho popular que dice: “La verdad no peca, pero incomoda”.

Entonces las mentiras son parte ya cotidiana de nuestra sociedad, inclusive el imaginario colectivo ya describe a los mentirosos en categorías:

Los que mienten de manera profesional: Abogados y Políticos.

  • Mentirosos eventuales: el vendedor de seguros o de refacciones
  • Los compulsivos: Parejas, ex parejas y cualquier relación humana que no haya funcionado por falta de honradez
  • Mentirosos de confianza: tu mejor amig@
  • Etc.

Lo mas grave es que en la actual situación de contingencia de salud que vivimos las mentiras están a la orden del día y algunas tienen conclusiones desastrosas.

Lo que a continuación relataré, no es una historia que se fue generando de boca en boca, ni tomada de primera mano de testigos presenciales. No, para nada, fue una experiencia propia.

Al enfrentar una crisis de salud, me llevaron a varios hospitales privados de esta capital, donde el protocolo de valoración era en la calle. Se acercaba un médico con todas las protecciones y después de aplicarte el termómetro digital te hacia unas preguntas:  ¿Le ha dolido la cabeza? ¿Ha tenido fiebre? ¿Tiene sentido del gusto y el olfato? Al contestar yo las preguntas negativamente pone en mi dedo anular un oxímetro para medir los niveles de saturación de oxigeno y evaluar mi capacidad respiratoria; Según publicaciones de la OMS, un nivel de oxigenación “normal” (atenuado a diferentes contextos y circunstancias) es del 90 a 100 %. Por debajo de eso se puede presumir de posible riesgo, pero solamente es una herramienta para un pre diagnóstico.

Mi nivel marcó 94 y luego 97 y el médico alarmado me dijo: -¡Su nivel es muy bajo, no lo podemos ingresar, váyase a su casa!-; Yo refute de inmediato explicándole que traía una posible intoxicación alimenticia.

 – ¡Vaya a su casa! – volvió a repetir, –Me siento muy mal, siento que me voy a morir, – Fue mi respuesta con ciertos tintes de drama, -¡Váyase a su casa a morir!– dándose la media vuelta, y dejándonos con un palmo de narices.

Días después de ésta situación le platiqué la anécdota a una amiga mía que ejerce la medicina fuera de Hermosillo. Me asombró de manera trascendental su reacción y su posterior respuesta, la cual me dejó pensativo; asimilé muchas coyunturas y esa “revelación” es uno de los motivos más fuertes que ha generado el pretexto de esta colaboración por escrito.

-¿Sabes cuantos médicos y enfermeras han enfermado por COVID aquí donde estamos?- me cuestionó mi interlocutora,  y antes que yo pudiera tan siquiera adivinar o articular una respuesta ella misma se contestó  -¡Todos los días uno de nosotros enferma, estamos muy asustados, vivimos con pánico y cuando ingresamos pacientes por otro diagnóstico que no es COVID, terminamos dándonos cuenta que el enfermo omitió algunos de sus síntomas o no contestó verazmente el cuestionario inicial para ingresarlo. Y nos hemos contagiado más del virus de esta manera que con los que ya vienen con el diagnóstico de la infección… -Aníbal, todo el mundo miente-.

Aníbal Pérez Rocha

Licenciado en Comunicación con especialización en política y educación.

  • Docente Universitario en UNISON, UDS, UNIDEP.
  • Cineasta independiente y publicista.
  • Maestrando en Educación.

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