21 Nov La HomeSchool
Dr. Raúl Martínez Mir
En estos tiempos del COVID comenzamos a realizar un sinfín de actividades a distancia gracias a las nuevas tecnologías. El homeoffice, o trabajo desde casa, se convirtió en la solución de muchas empresas para seguir manteniendo su nivel de productividad y trabajo en mayor medida y que las pérdidas fueran menores.
Otro fenómeno con el que vivimos todavía actualmente, fue cuando encontramos la necesidad de seguir los estudios de escolares de todos los niveles educativos sin excepción. Salvando la brecha tecnológica, que en algunos casos más que una brecha acaba siendo un abismo, nos vimos en la necesidad de “aprender” como funcionaban sistemas de almacenamiento online, programas de videoconferencias, programas de entregas de tareas y un variado grupo de herramientas digitales que dependiendo de la institución educativa, del docente y de la disponibilidad familiar, han conllevado un proceso de ajuste, con el correspondiente estrés que ha supuesto a estudiantes y progenitores.
Sin embargo, tras este proceso inicial de enojos, corajes, cambios de equipos, de servicios de internet, finalmente nos convertimos en usuarios de unas tecnologías, que aunque ya existían, eran de uso minoritario. Y finalmente, ya podemos decir sin lugar a dudas que somos tecnoestudiantes, pero ahora viene lo bueno, dice un refrán español “echa la ley, echa la trampa” pues algo así podemos decir que esta ocurriendo con la educación virtual, ahora que ya entendemos como funciona, viene la forma de ver como sacamos provecho de esto.
La mayoría de mis alumnos prefieren la educación presencial a la educación virtual, yo en lo personal prefiero mucho más la educación virtual a la presencial. En esta situación me pregunté ¿cuál es la diferencia?. Ellos argumentan que no sacan el mismo rendimiento y que su productividad es peor. En mi caso considero que me permite acceder a formación que si fuera presencial sería muy difícil, en ocasiones porque no puedo trasladarme a Nueva York a llevar un curso en el Hospital John Hopkins, y en otra porque mi horario no me permitiría ir a clases a esas horas, o los maestros no estarían dispuestos a impartir clases a las horas que yo puedo.
La realidad de la educación virtual ha puesto de manifiesto otra realidad del modelo educativo universitario, sobre todo. Es el hecho de que tiene que haber un agente externo que supervise y controle que se “está aprendiendo” de lo contrario el alumno, que no tiene interés, simplemente no va a aprovechar las herramientas que se les están proporcionando para realizar su aprendizaje. Es decir, no es el formato, sino el interés del alumno. Cuando imparto clase en la Universidad, normalmente no paso lista, siempre he pensado que el alumno tiene que tener interés en las clases ya que esta es la carrera de su elección, sin embargo la “sorpresa” es que de menos de ¼ de mis alumnos acuden regularmente a sus clases, entregan sus tareas o leen las lecturas solicitadas para hacer la clase más interesante, esto último es mucho menos todavía. Las quejas tanto de la educación a distancia como de la presencial son las mismas, “es que el maestro …” finalmente la culpa recae sobre el docente. Y, si bien es cierto que hay docentes a los que el título les queda grande, estos son minoría, la mayoría de los docentes en todos los niveles preparan sus clases y sus temarios, hacen un esfuerzo por sumarse a estas nuevas tecnologías, para que luego podamos comprobar como sus alumnos se ríen de ellos haciendo que cierren la sesión de un programa para no dar clase, como pudimos comprobar en un video viral de internet.
La educación no depende exclusivamente del formato en que se presente, todos ellos tienen ventajas e inconvenientes, hemos de tener en cuenta dos elementos que van a ser de vital importancia para que exista educación, el docente y el alumno. La motivación de ambos en el contenido de lo que se imparte facilitará el aprendizaje y posibilitará el crecimiento de ambos. Finalmente “el maestro aparece cuando el alumno esta preparado”.
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Dr. Raúl Martínez Mir
Consultor y docente en Psicología y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora
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