Y VOLVÍO A OCURRIR EN 19 DE SEPTIEMBRE - INCIDE
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25 Sep Y VOLVÍO A OCURRIR EN 19 DE SEPTIEMBRE

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La aparente profecía de que en este día tiembla se ha cumplido; las redes sociales explotaron con todo tipo de reacciones, memes que parecían estar previamente elaborados para darles “Send” al momento que iniciara el sismo. Matemáticos o actuarios que inmediatamente se aprestaron a estimar la ocurrencia de un “cisne negro” -un evento improbable- como si ya tuviesen en la mano la información histórica para obtener resultados probabilísticos a veces inverosímiles; por supuesto no sobraron posiciones para aducir que un temblor es provocado por la congruencia de hechos diferentes que, por coincidir en el tiempo, debiesen tener correlación, específicamente que las personas atraen energías que propician el sismo por el simple hecho de que se realicen simulacros y, de entre todas estas historias de comparación forzada, veo que hay quien presta tiempo, recursos y la sagacidad de su mente, para encontrar nexos entre las lluvias extraordinarias y los sismos.

Cualquiera que nos vea desde otro país asumiría que no hay improvisación al notar lo antes descrito: Hay simulacros, instituciones, reacciones sociales incluido el humor de los memes, gente que presenta cálculos de probabilidades y las correlaciones entre supuestos y demás explicaciones fantásticas -que a modo de teoría de la conspiración- explican en parte que lo sucedido en un forma tiene preparación y al otro extremo que el mexicano puede desahogar el estrés y trauma por medio de nuestro ácido sentido del humor, todo para tratar de comprender por qué en un día tan preciso ha ocurrido nuevamente un temblor catastrófico y, en consecuencia, que pareciera que teníamos los datos, elementos y fundamentos previamente preparados para reaccionar ante el terremoto y poder opinar. Todos se convierten en expertos.

Y no es menos impactante asumir que si el mexicano puede poner tanta creatividad y energía para reaccionar ante un evento mayor, como lo es un sismo, no puedo siquiera imaginar lo que podríamos hacer como nación si toda esa capacidad estuviese convenientemente dirigida y preparada, pero no para reaccionar, sino para accionar pretéritamente y prepararnos eficientemente ante la latencia del siniestro. Es decir, sabemos que va a temblar, pero no cuando; tenemos certeza de que anualmente ocurren varios sismos de diverso origen y zonas geográficas y que, ocasionalmente, alguno de ellos será lo suficientemente intenso cause daños relevantes como para tener que activar protocolos de actuación reactiva que, por cierto, parecen ser débiles e impreparados si el evento es catastrófico, al punto de que los preparativos se basan en posar para la foto a las diversas corporaciones públicas mientras se hace sonar una alerta, por supuesto solo en el centro neurálgico del país. Por supuesto que es de muy alta utilidad que esos simulacros se realicen.

Sin difusión a los protocolos de seguridad y sin fondos de contingencia financieramente disponibles para actuar ante un evento catastrófico, limitamos la prevención a un macro-simulacro para que la población se acostumbre a la realidad del siniestro, antes que estructurar programas preventivos tendientes a fortalecer las medidas de seguridad social donde hay mucho por hacer, así como en fortalecer los mecanismos de atención a las contingencias mayores, por ejemplo, con programas de continuidad en atención hospitalaria y de sustitución de atención de lesionados mediante convenios con instituciones privadas en el supuesto de que se saturaran y se rebasaran los públicos o, con el estudio y la orden imperativa de hacer reforzamiento de infraestructuras para que resistan mejor los sismos y, finalmente ordenar que las nuevas se construyan bajo lineamientos perfeccionados -lo que por cierto aprendimos a intervenir a costa de descubrir que las regulaciones precedentes eran inadecuadas o insuficientes.

Actuamos después de la contingencia y no antes de ella, con lo que normalizamos esta conducta y, al final, nos parece razonable y hasta suficiente el esfuerzo desarrollado en el caso de sismo simplemente porque existe un sistema de alerta temprana, pero que el cual se limita a la zona conurbada de la Ciudad de México y el Estado de México, porque no nos hemos educado para comprender que sí podemos y debemos incidir antes de que el siniestro se actualice, pues la necesidad de regular y mejorar la planeación, por ejemplo la urbana y de construcción con la finalidad de reducir al máximo posible, que un temblor se convierta en un hecho de extrema gravedad; incentivar que la intervención estatal sea potente para actuar pretéritamente al peligro es una prioridad de primer nivel y, en caso de detectarse que un edificio tenga un daño evidente y que su riesgo latente de convertirse en un inmueble de alto peligro, debería impedirse el uso de estos edificios que ya se encontrasen catalogados como peligrosos, a la par de detectar otras construcciones que tengan daños preexistentes y hayan evadido evaluaciones anteriores. Debería ser razonablemente mejor enfrentar a los propietarios y usuarios de esos predios peligrosos que lamentar posteriormente las muertes; de la misma forma el endurecimiento de las regulaciones de construcción deberían ser tan extremos como tener que impedir la construcción de nuevos proyectos que geográficamente supongan incrementar la concentración de nuevos riesgos, salvo que sus medidas constructivas cuenten con las medidas tecnológicas que hoy sabemos reducen enormemente la posibilidad de colapso.

Consideremos también que los peligros catastróficos no son solamente los terremotos.

Por supuesto operar como un Estado rector que acepte las consecuencias por ejecutar en grado  extremo sus obligaciones de guarda de la población, aún en el supuesto de tener que afectar inversiones previamente autorizadas -es decir, reconocer errores del pasado para proteger el futuro-, son acciones que o bien se postergan o, definitivamente, no se llevan a cabo, tanto como la permisibilidad de autoridades de construcción que aprueban proyectos que a la postre terminan siendo inseguros, por ejemplo, cuando se permiten asentamientos irregulares se instalan en áreas de peligro. Con un gobierno que enfrenta hoy problemas en muchos frentes, entre ellos la inseguridad desbordada, planear como reducir los riesgos sociales por fenómenos naturales no parecería ser una prioridad y, terminan siendo las organizaciones privadas y sociales, las que entienden mucho mejor la importancia del actuar resiliente (de la acción preventiva) y las que intervienen, se preocupen y actúan. En ese proceso de detección de peligros y planteamiento de soluciones habrá quienes contraten seguros para trasladar los efectos de un siniestro a una institución mucho más solvente, como habrá quienes decidan mejorar la edificación de sus nuevos proyectos; también habrá quienes decidan no hacer nada o simplemente estén imposibilitados para obrar en la reducción del riesgo.

Poco importa si es no es septiembre y menos aún si no es día 19: hay que estar preparados siempre y, si por puro azar nuevamente ocurriese un nuevo fenómeno de gran intensidad justo en ese día, no será más que casualidad, porque el nexo que verdaderamente nos interesa es el de causalidad después de haber disminuido aquellos factores que inciden para potenciar los efectos catastróficos y de ello, tener mayor capacidad de solventar la recuperación personal, económica y social después de un evento catastrófico.

Carlos Zamudio Sosa

Claims Manager

México Claims and Risk Management SC

Desde 2005 brinda servicios de consultoría “Risk Management” externo con atención a Asegurados en preparación para Inspección de Riesgo, análisis de contratos y control de sus licitaciones; asesor para acreditación de daño físico y consecuencial por siniestro por acompañamiento, asesoría y defensa técnica y jurídica por reclamos asegurados o afianzados.

Ha acreditado diversos cursos en diversas materias afines al Riesgo y la valuación del Daño Material, incluyendo terminar estudios de nivel
Maestría de Daños y Ajustes. Ha co-impartido 6 Diplomados en temas selectos de Gestión del Riesgo y Seguridad Industrial y acreditado ante la STPS.

Expositor invitado en Seminarios y Talleres y otros programas de desarrollo personal en seguros y colaborador para medios impresos y electrónicos especializados en Seguros y Fianzas.