El verdadero valor del dinero ante un siniestro – El “Hubiera” - INCIDE
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26 Jul El verdadero valor del dinero ante un siniestro – El “Hubiera”

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Palabra que asocia un pretérito imperfecto del verbo “Haber”. La sabiduría popular dice que el hubiese no existe.

Es una palabra que sumada a la palabra “Si” que quedó convertida en omisión: “si hubiera” termina siendo significativa de una falta de acción. Una vez que ha salido de nuestros labios esa expresión suena a lamento, a una posibilidad perdida por el simple trascurso del tiempo y una evasión previa y personalísima: “Si hubiese”, “Si hubiera” “Si hubiere”.

Ya no es relevante cual de las tres formas gramáticas refleja mejor la omisión, sobre todo cuando la inacción hace referencia a hechos concretos; ampliemos dando dimensión y completando la expresión para ser frases completas y leamos: “Si hubiese dejado de…”, “Si hubiera sabido cuándo…”, “Si hubiere comprendido la importancia de…”

Cuando algún hecho que nos resulta perjudicial se ha hecho presente no hay lógica temporal que sirva para justificar lo omiso del pasado: No se hizo y punto. Dolerse hoy es un momento fuera de tiempo y por tanto, es una omisión no compensable, por lo que deberíamos expresarnos más apropiadamente con frases como “No Hice”, “No actué”, “No procedí”. Hubiese es una expresión que justifica, que lava culpas porque habiendo adolecido de una acción que se volvió relevante ante el tiempo sirve para poco y, tal vez, ni siquiera para auto redimirse, sino para sentirse aún más responsable de las consecuencias de lo no ejecutado. Analicemos un supuesto donde dejamos de comprar un seguro de incendio de casa habitación, que el incendio ocurrió y hoy nos preguntemos que habría sido si en vez de comprar un six de cerveza a la semana hubiéramos pagado esa cobertura.

Hay todo un catalizador de sentimientos negativos que aparejan juicio de valor donde la resultante del costo hoy es más onerosa que el valor que en el pasado tenía una decisión que no ejercida; por supuesto podemos seguir sumando opciones (mas “hubieras”), por ejemplo: “Si en vez de invertir en poner bonita la cocina hubiese comprado mejores sistemas de seguridad, no habría habido sobrevenido la explosión”: Cuántos “Hubiese” puedes enumerar justo en este momento sin desear regresar en el tiempo para cambiar solo uno que te habría dejado a salvo del daño.

Hacia dónde vamos entonces con esta reflexión puesto que si el “Hubiera no existe” no tendría sentido que hagamos ninguna reflexión filosófica o moral de lo que no hicimos, pues el sentido común nos lleva a que cada día ejercemos nuestro albedrío tomando una cantidad ingente de decisiones y, por tanto, resulta que cada día tenemos la capacidad de corregir el rumbo, de hacer uso de nuestra capacidad para redireccionar nuestro actuar; es tanto una decisión donde el hacer inicia con la reprogramación verbal (autoimpuesta) para convertir las omisiones del pasado en acciones proactivas.

Reorientar nuestra propia verbalización hacia la acción positiva sugiere que tenemos la capacidad de visualizar la posibilidad de que condiciones que no han ocurrido todavía se pueden alterar de forma proactiva promoviendo diligencia.

Pasar del “hubiera” al “hice” (a la acción) y, especialmente, hacerlo por la convicción de que el resultado ulterior es de consecuencias más catastróficas que es mejor intervenirlo y proceder en sentido opuesto es planear escenarios menos complicados o que definitivamente, no se actualicen. Me gustaría centrarme, por fin, en el valor del dinero ante un daño probable y justificar como intervenir pretéritamente es un acto resiliente, donde la anticipación para interrumpir o disminuir la probabilidad de que ocurran escenarios negativos es mucho más económico que dejarles suceder. Previsión es la antítesis virtuosa del “hubiese”.

Durante décadas he estado cerca (profesionalmente hablando) del siniestro, del daño, del peligro. En una industria de la prevención, como lo es el Seguro no basta que nos anticipemos al riesgo y pretendamos transferir sus consecuencias dañosas a una institución con mucha más solvencia que uno mismo.

La prevención inicia en el deseo de no querer sufrir el daño, de no desear la ocurrencia del evento y por tanto, si hablamos desde la perspectiva de un empresario estamos haciendo referencia a que lo idóneo es tener prácticas sanas de mantenimiento, de protección y cuidado que alcance a nuestros colaboradores, a los terceros y al ambiente; prevención desde nuestra esfera como personas, implica el deseo honesto de reducir los peligros con actos como dar servicio al automóvil, el adquirir compromisos encaminados a proteger el entorno en el que vivimos y no solo mi domicilio particular, sino en mi sociedad, donde reunido con personas que piensan como yo y que comparten mi propia exposición al riesgo, decidamos tomar acciones concretas para el bien comunitario, como pagar una vigilancia perimetral y un control de acceso, instalar sistemas de videovigilancia y control, etc. No podemos fiarnos solo de la existencia de un Seguro para sentirnos protegidos: Es la última etapa de una serie concatenada de actos que mitigan, desaparecen el riesgo o lo toleran.

Y esta diatriba que inició con un ejercicio gramatical avanzó hacia una invitación a la acción y termina con una reflexión de oportunidad en el control de los riesgos, con una invitación a interferir con los peligros que tienen que ver con nosotros mismos: personas o empresarios, empleados o colaboradores y que tiene una conclusión simple: Que siempre será más económico actuar oportunamente que vivir la consecuencia dañosa.

Por supuesto que como seres gregarios compartimos riesgos propios y otros socialmente construidos que nacen simplemente porque nos instalamos en lugares más peligrosos que lo ordinario como podría ser ante una inundación o un temblor; incluso es válido decir que son autoimpuestos porque pudiendo reducir nuestra exposición, como por ejemplo al riesgo de asalto, exhibimos ante el mundo aquellos objetos de valor que nos diferencian, joyas, ropa u otros ornamentos que siendo objeto de deseo, terminan poniendo en nosotros mismos la diana del peligro y marcándonos en forma aún más negativa que aquellos que siendo previsores, redujeron de formas consiente su exposición.

Pasamos entonces de una forma activa y proactiva hacia la forma virtuosa de gestionar nuestros riesgos que comienza desde cambiar nuestra programación verbal, para en vez de dolernos de lo que no hicimos y salir del “hubiera”, a ser parte activa y vigente de nuevas conductas virtuosas, de propiciar nuestro cambio a nuestros patrones de consumo y de acción de mayor seguridad y que efectivamente hagan reducción de peligros latentes; este cambio en nuestra programación humana y social lo hacemos porque nos volvemos intolerantes al riesgo y empezamos a encontrar que la previsión es la mejor inversión para resistir los eventos dañosos o violentos que podemos sufrir en nuestro día a día y desterrar de nuestra vida el “hubiere”.

Carlos Zamudio Sosa

Claims Manager

México Claims and Risk Management SC

Desde 2005 brinda servicios de consultoría “Risk Management” externo con atención a Asegurados en preparación para Inspección de Riesgo, análisis de contratos y control de sus licitaciones; asesor para acreditación de daño físico y consecuencial por siniestro por acompañamiento, asesoría y defensa técnica y jurídica por reclamos asegurados o afianzados.

Ha acreditado diversos cursos en diversas materias afines al Riesgo y la valuación del Daño Material, incluyendo terminar estudios de nivel
Maestría de Daños y Ajustes. Ha co-impartido 6 Diplomados en temas selectos de Gestión del Riesgo y Seguridad Industrial y acreditado ante la STPS.

Expositor invitado en Seminarios y Talleres y otros programas de desarrollo personal en seguros y colaborador para medios impresos y electrónicos especializados en Seguros y Fianzas.