LAS SOMBRAS DEL PELIGRO - INCIDE
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25 Feb LAS SOMBRAS DEL PELIGRO

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Así, con un título que parece salido de una serie de televisión (ponle nombre a tu plataforma preferida), quiero atraer tu atención a que cualquier persona en cualquier momento, puede sufrir un evento que afecte la salud, la vida y el patrimonio, dejando secuelas y consecuencias. Sombras.

Un ejemplo tal vez ya muy gastado es la pandemia “Covid” que nos ha venido a sensibilizar (y a la mala), de que en cualquier momento podemos enfermar y en algunos casos, muy gravemente para que incluso haya tendencias muy clara de la cantidad de contagiados que llegarán a fallecer; así que reactivamente respondimos primero con terror encerrándonos, para luego con el tiempo, ir relajando nuestra actitud para pasar del exceso de protección al presente, donde ya es común encontrar que en todo espacio usemos algún tipo de mascarilla, incluso en los lugares públicos.

Es decir, aprendimos de una u otra forma la importancia de reducir el riesgo porque comprendimos que el peligro puede ser atenuado, que podemos intervenirlo de forma tal que lo reduzcamos y en algunos casos de manera tan efectiva que, por ejemplo, una gran parte de la población (como quien esto escribe) no se ha contagiado. En mi caso y a pesar de mis continuos viajes en todo tipo de medios de transporte, de que necesito entrevistarme con todo tipo de personas o, sumando a que debo pernoctar y comer a veces durante varios días en hoteles y restaurantes que, se presume nos exponen aún más, que aquellas otras personas que terminan contagiándose en condiciones que se suponían en nivel de riesgo inferior, por ejemplo, aquellas que estando en  “Home Office” inconcebiblemente se contagian, cuando se suponía que habían reducido al máximo su exposición al peligro.

Por naturaleza tenemos aversión al riesgo, no nos trepamos por cualquier lugar, a menos que sea necesario, no nos metemos por agujeros y nos alejamos rápidamente cuando intuimos condiciones peligrosas, como cuando tenemos a la vista (o escuchamos el particular crepitar) del aceite caliente; incluso, ante la sola presunción de estar expuestos a una fuente de calor o frio extremos nos retiramos de manera tan intuitiva y veloz que no faltará que la consecuencia haya sido golpearnos o lesionar músculos, ante lo que finalmente resultó un peligro imaginario.

Estudios antropológicos hay de sobra, respecto al desarrollo de la sensación de peligro y como este continúa siendo parte de nuestro sistema límbico, el más primigenio de nuestro cerebro, o respecto a porqué la noción de peligro nos formó como sociedad y como, ya siendo gregarios (a su vez) se desarrolló en esas proto personas el razonamiento de que debían cuidarse no solo a sí mismos, sino que era indispensable protegerse unos a otros como mecanismo de supervivencia grupal; un ejemplo sencillo es que esa resiliencia nos impulsó como especie, a cuidar de un herido o un enfermo hasta que nuevamente pueda valerse por sí mismo. Podemos resolver que nuestro sentido de supervivencia se exacerba al verse ante una nueva condición de peligro (real o supuesto), tanto como que tenemos un sentido innato de ayudar y proteger a otros.

Entonces es increíble que, como especie, como humanos, no podamos vislumbrar porqué nos colocamos en condiciones de riesgo en múltiples esferas y, me explico, a manera de preguntas porqué construimos en lugares donde sabíamos que las aguas habían cubierto tierras aparentemente seguras en el pasado, o porqué otros que debiendo velar por el conjunto (nuestras Autoridades) a sabiendas de que tales zonas aún siendo de inminente peligro de inundación, permiten el desarrollo de asentamientos, aunque para reducir el riesgo intervengamos esas zonas haciendo canalizaciones y rutas aparentemente seguras, convenientemente se nos olvida que el agua tiene memoria y que tarde o temprano reclamará su espacio. Es cuestión de tiempo.

¿Cuántos ejemplos queremos? Podemos describir que ante nuestra necesidad de encontrar un lugar donde vivir, construimos en declives o en cañadas inestables que igual pueden deslavarse o desprender rocas de zonas más altas. Pero ante este tipo de supuestos encontraremos siempre justificaciones para culpar a la pobreza y que, ante el desamparo en la que se encuentran las personas, aduciendo o justificando que deben priorizar un modo y lugar de vivir con mediana dignidad, se tolera lo irregular, aunque se conciba que hay un grado de peligro que en el día a día, se termina aceptando como algo ineludible, al punto que se aduce es razonable tal necesidad de vivir inmerso en esos riesgos. Eso sí, desarrollamos catálogos de Riesgo (Atlas) con puntual definición de los peligros, pero sin intervenir.

En el otro extremo del péndulo tenemos a aquellos que en sobrada condición económica pueden edificar sus residencias (u otras inversiones) en lugares de riesgo, como aquellos que se encuentran en primera línea frente al mar o en zonas de privilegio, donde la vista justifica los peligros de la naturaleza; cierto es que el potencial económico permite paliar con mejores construcciones la posibilidad de enfrentar tarde o temprano el evento dañoso, por ejemplo un Huracán o una Marejada, pero ciertamente habrá daños, tan cierto como lo es, que las personas en condiciones de privilegio económico, buscarán reducir las posibles consecuencias mediante seguros, así que una enseñanza es que no todos sufrirán en la misma medida las sombras de un siniestro. Para algunos será obscuridad total y para otros, apenas molestias.

Formalmente, ninguno de estos ejemplos supone que tengamos absoluta tolerancia al riesgo, solo que algunos podrán enfrentarlo de mejor manera diseminándolo mediante el mecanismo de los Seguros, mientras que, en el otro lado del abanico, entre los que no pueden costear un Seguro (o no tienen esa cultura de protección), terminará socializándose la consecuencia negativa cuando finalmente se actualice lo que hasta ese momento era un peligro latente.

Por supuesto que quien se vea inmerso en el siniestro, aquel a quien los malos hados del destino le han producido un daño, asumirá su papel de víctima, pero con tal suerte, si el menor de los males se le concede que el perjuicio sea solamente haber perdido bienes, puesto que en los casos más lamentables sufrirá lesiones o incluso perderá la vida o la de sus allegados. La peor de las sombras. Es una ruleta rusa de aparente baja probabilidad, pero omnipresente; cuando el siniestro hace honor a su nombre, esas sombras del daño y el perjuicio quedarán por siempre acompañando a las víctimas.

Por supuesto que precautoriamente debería actuar el Estado, pues siempre será más económico intervenir para reducir al máximo esas exposiciones a los peligros, que afrontar las consecuencias cuando ocurre el siniestro, puesto que el gobierno (así, genéricamente nombrado) en ese momento tendrá que poner en marcha mecanismos de ayuda que nunca van a devolver los bienes ni la salud, pero que a su vez dan a la sociedad la imagen de la existencia de una entidad colaboradora y protectora; sin que nos demos cuenta, convenientemente se termina reproduciendo de manera perpetua el ciclo de permisividad y daño, toda vez que la continuidad de tales paternalismos sociales le son propicios al Estado por lo que aparentan y no por la efectividad de las resultantes, cuando debería intervenir para evitar la ocurrencia misma de las desgracias, especialmente en momentos como el presente, donde los Fondos de atención a desastres fueron finiquitados y las ayudas (más bien dádivas) dependen de unos pocos o cuando no, de un solo personaje. La ayuda entre sombras.

Pareciera que hemos olvidado esta característica de autoprotección y arropamiento grupal innata, que el concepto mismo de peligro está mutando y no nos percatemos de que sería mucho más económico planificar la resiliencia mediante acciones preventivas concretas y permitimos que, en contrario, se avance hacia prácticas que no rinde ningún beneficio a quienes detentan sobre los hombros la carga del peligro, por lo que es dable presuponer que unos pocos obtienen beneficios para justificar este modelo de actuación política, especialmente cuando conocen la inminente recurrencia de los daños, por lo que no quieren evitarlos. Es una correlación poderosamente codependiente y perversa.

De igual manera actuamos en contra de nuestro ambiente, de nuestro entorno y nuestras especies, afectando biodiversidad y a la naturaleza bajo complacencias o indolencias de las que, tarde que temprano, pagaremos las consecuencias; pero esas sombras serán mucho más oscuras y los daños mucho más severos, pero al mismo tiempo somos sabedores de que nosotros no las veremos sino ello lo sufrirán las generaciones venideras. Esta agresión a nuestro mundo la percibimos tan lejana que, guardadas las proporciones a los ejemplos anteriores y por analogía, estamos viviendo como especie en la ladera o al frente del mar y muchos lo perderán casi todo, mientras que otros subsistirán casi indemnes, porque están mejor preparados y cuentan con mejores recursos para solventar las consecuencias.

Hoy parece que perdimos la noción del miedo y del peligro y no, que nos exponemos porque no tenemos otra opción o bien porque somos incapaces de vislumbrar que nuestras acciones constituyen un peligro del que, entonces, no queremos ser consientes a pesar de que nos está acechando. Nos estamos poniendo solos a la sombra del daño.

Carlos Zamudio Sosa

Claims Manager

México Claims and Risk Management SC

Desde 2005 brinda servicios de consultoría “Risk Management” externo con atención a Asegurados en preparación para Inspección de Riesgo, análisis de contratos y control de sus licitaciones; asesor para acreditación de daño físico y consecuencial por siniestro por acompañamiento, asesoría y defensa técnica y jurídica por reclamos asegurados o afianzados.

Ha acreditado diversos cursos en diversas materias afines al Riesgo y la valuación del Daño Material, incluyendo terminar estudios de nivel
Maestría de Daños y Ajustes. Ha co-impartido 6 Diplomados en temas selectos de Gestión del Riesgo y Seguridad Industrial y acreditado ante la STPS.

Expositor invitado en Seminarios y Talleres y otros programas de desarrollo personal en seguros y colaborador para medios impresos y electrónicos especializados en Seguros y Fianzas.