19 Jun FELIZ DÍA DEL PADRE
Hablaré de un tema del que poco se habla, más allá de que la fecha sea o no festejada con la misma intensidad que el Día de la Madre. Obviamente que me refiero al Día del Padre.
Yo orgulloso del mío, tengo la dicha de tenerlo todavía y desde aquí le envío un beso en la pelonera, que aunque hace como que no le gusta, lo acepta con cariño.
A mis 53 años y de acuerdo a la época que me ha tocado vivir, la educación en casa y en todos los ataviares de mi desempeño de mi vida personal, profesional y social, conozco en ese inter a una bella jovencita, 8 años y medio menor que yo, la menor de 7 hermanos y yo el menor de 3, que con una historia, que tiene que ver con vehículo descompuesto (mismo que hasta la fecha dudo que haya estado descompuesto, pero lo contaré en otra ocasión) nos tiene unidos desde ese día al día de hoy.
Con esa diferencia de edad dije: “aquí mandaré yo”, jajaja, que lejos estuvo eso y ahora sólo es un vago recuerdo de cuando crucé, ya casado, el umbral de lo que hoy es nuestra casa y no dejo de dar gracias a Dios, por ello, todos lo días.
Al llegar de la luna de miel, mi esposa me decía que sospechaba que estaba embarazada, a lo que dentro de la emoción que sentía, también era un pánico enorme, indescriptible y recordaba las palabras de mi madre, que cuando joven uno hace desvaríos, me decía: “ahora si vas a pagar las que debes, ahora sabrás para quien trabajas”.
Llegamos temerosos a la primera cita con el ginecólogo, omitiré el nombre, por respeto al medio que nos brinda el espacio, y que al revisarla con un clásico tono de voz condescendiente y cálido, nos dice que es necesario realizar un legrado, de inmediato, mientras le daba instrucciones a su secretaria, que preguntara si estaba libre el quirófano de no sé cual hospital.
Nos explicaba, ante nuestras miradas atónitas de lo que era un embarazo ectópico y de cómo a escasas 2 o 3 semanas se escuchaba el latido en el ultrasonido, pero no se alcanzaba a ver nada, salvo una pequeña mancha o puntito negro en las trompas de Falopio, a lo que el doctor asumía que la concepción o fecundación se había dado en ese lugar, lo cual no era conveniente y sería un embarazo de alto riesgo.
Creo que el doctor imaginaba lo que cruzaba por mi mente o se me notaba en la cara que pasivamente preguntó, mientras de subía los lentes con su dedo ¿me quiere comentar algo? ¿tiene alguna duda?
Apretaba la mano de mi esposa, la miré a los ojos y lo único que salió de mi boca, pero en repetidas ocasiones y con el ímpetu desenfrenado fue: “quiero una segunda opinión”, mientras marcaba a mis papás y a mis suegros para que se vinieran al consultorio, imagina, decirles a los futuros abuelos “van a ser abuelos…… ah, no, siempre no” !
Ya frente a ellos, le pedía al doctor que necesitaba una segunda opinión, argumentando él que no era necesario. Lo miraba y ya su rostro había cambiado, lo recuerdo como si fuera ayer, no acostumbrado a un reto de ese tamaño, la defensa de la vida de mi hijo ¿cómo no iba a hacerlo? yo no podía dejar de ver a mi esposa y sin esa certeza de lo que me decía el doctor, jugando a ser Dios y negarnos la oportunidad a ser padres a través de su nacimiento.
Cedió el médico, pero solo por la presión del “público asistente” y me recomendó a otro especialista, fuimos y el otro doctor, no se convencía del primer veredicto y le pregunté tajantemente: “y si fuera tu esposa o tu hijo ¿Qué harías?”, me miró igual de sorprendido y dejando de hacer el ultrasonido me respondió firmemente: “esperaría al menos una semana, para tomar una decisión”.
Así lo hicimos, resultó el puntito negro ser un coágulo y ese latido hoy es Manuel Guillermo, tiene 22 años, tres años después llega la talentosa Victoria de 18 y 13 años después llega la traviesa Paula María de 5 años.
No puedo dejar de contar esta historia de cómo mi esposa y yo defendimos con uñas y dientes la vida de nuestro hijo (porque en unas letras no se puede plasmar realmente la intensidad de ese momento), y como ahora, vemos qué con argumentos de cualquier índole, se favorece la interrupción del embarazo o la preferencia de criar a un perro que a un hijo.
No juzgo a nadie, sólo manifiesto que ser padre, aparte de ser una satisfacción personal, entregas la vida en criarlos, educarlos, protegerlos, dotarles de todas las herramientas necesarias, que siempre, como cada padre, cree es lo mejor, nadie trae instructivo y es una parte fundamental de la célula social como la familia, que en los últimos 50 años ha sufrido grandes cambios y de valores, que debemos de repensar, sobre todo los varones.
La masculinidad no es mala, el machismo si, y no tenemos porqué escondernos y estar orgullosos los varones de serlo, no todos somos violadores o asesinos, a esos que se les castigue. Habemos hombres de bien que amamos, protegemos y cuidamos a las mujeres y no, a ninguno nos tiene porque dar vergüenza, ser hombres o mujeres, porque ellas como madres y esposas también nos cuidan, protegen y aman.
Debemos trabajar los varones en promover en nuestros hijos una paternidad responsable, con educación y sobre todo ejemplo, porque la familia tradicional para nada es una moda.
El tema da para mucho: paternidad, machismo, salud masculina, varones, matrimonio, novios, etcétera; pero hoy únicamente quiero felicitarte a ti, que con responsabilidad, amor y entrega le has dado la oportunidad a tus hijos de tener un padre.
GUILLERMO MORENO RIOS
Ingeniero civil, académico universitario, empresario, comunicador, especialista en gestión y transferencia financiera de riesgos y fundador de Consejo INCIDE, A.C.
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