ACAPULCO: CUANDO LOS PECADOS SALEN A FLOTE - INCIDE
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29 Oct ACAPULCO: CUANDO LOS PECADOS SALEN A FLOTE

ACAPULCO: los pecados capitales de la gestión del riesgo

Siempre, desde estas líneas hemos afirmado que principal causa de los desastres no es la naturaleza, sino la mala relación que el ser humano hace de ella y no es por entendimiento, sino por falta de ética que se evidencia principalmente por la corrupción, en cualquiera de sus presentaciones, negligencia al aceptar cargos públicos sin conocimiento previo, nepotismo gubernamental al creer que son premios de consolación o la tradicional mochada de los empresarios ávidos de desarrollo a costa de todo, creyendo que las leyes no aplican a ellos, pero, no entienden que las leyes dela física y las naturales si.

La tragedia que azotó Acapulco, México, durante el paso del huracán Otis no fue un “desastre natural”, como regularmente se mal dice, sino es un recordatorio doloroso de cómo los pecados capitales, por ser la parte más humana de la ecuación y pueden manifestarse en la gestión de desastres. En medio de la devastación y el sufrimiento, los errores y la ineficiencia en la respuesta de las autoridades se convirtieron en un reflejo vívido de estos pecados.

Cada uno de los siete pecados capitales puede vincularse directamente con aspectos específicos de la respuesta de las autoridades, proporcionando una perspectiva simbólica de la gravedad de los problemas. A continuación, analizaremos cómo cada uno de estos pecados se hizo presente en la tragedia de Acapulco:

La Soberbia

La soberbia que caracterizó la actitud de las autoridades (locales y federales) en Acapulco se convirtió en un factor determinante en el desastre ya que por alguna razón, subestimaron la amenaza inminente, a pesar de estar en una región propensa a huracanes. Su actitud soberbia y la falta de humildad los llevaron a creer que estaban exentos de los peligros naturales que acechan a la zona costera.

Al no reconocer su propia vulnerabilidad, no tomaron las medidas preventivas necesarias, como establecer un sistema de alerta temprana efectivo, preparar refugios adecuados y comunicar eficazmente los riesgos a la población. Esta negación de la realidad y su convicción de que estaban por encima de los peligros naturales resultaron en consecuencias devastadoras.

En lugar de abordar el problema con humildad y precaución, adoptaron una postura arrogante que dejó a la población en una situación extremadamente vulnerable. Esta falta de preparación y planificación adecuada se tradujo en una tragedia que pudo haberse evitado con una actitud más responsable y consciente por parte de las autoridades.

La Avaricia

Esta manifestación es a través de la negligencia en la aplicación de regulaciones de construcción y la falta de inversión en infraestructura de emergencia. Es evidente que las autoridades podrían haber priorizado sus intereses económicos o políticos por encima de la seguridad de la población. Pero no culpemos solo a las autoridades, ya que los dueños de los hoteles y administradores de los mismos fueron incapaces de poder cancelar eventos y actuar con protocolos que sus programas internos de protección civiles, bien hechos, debieron haberles marcado.

En el ámbito de la construcción, la avaricia se hizo presente al no hacer cumplir de manera adecuada las regulaciones de seguridad. Esto pudo haber sido motivado por un deseo de facilitar y acelerar proyectos de construcción, a menudo a expensas de las medidas de seguridad necesarias. La falta de control y supervisión efectiva de la construcción de edificaciones expuso a la población a riesgos innecesarios.

Asimismo, la falta de inversión en infraestructura de emergencia puede relacionarse con la avaricia. Las autoridades, en lugar de asignar los recursos necesarios para preparar a la ciudad ante posibles desastres, pudieron haber priorizado el ahorro de costos, lo que a corto plazo podría parecer una decisión financiera sensata. Sin embargo, esta visión avara descuidó la seguridad y el bienestar a largo plazo de la población.

La Ira

La falta de coordinación y la burocracia en la respuesta a la emergencia pueden relacionarse directamente con esta emoción, ya que estas barreras obstaculizaron la toma de decisiones rápidas y efectivas, lo que aumentó significativamente el sufrimiento de la población.

El enojo es evidente en la manera en que las autoridades, en lugar de unirse de manera eficaz para hacer frente a la emergencia, se vieron atrapadas en disputas internas y trámites burocráticos innecesarios. Estas luchas internas y la incapacidad para trabajar en conjunto resultaron en una respuesta de emergencia fragmentada y desorganizada. Como resultado, se perdió un tiempo valioso en la toma de decisiones, y las acciones se llevaron a cabo de manera descoordinada.

La falta de cohesión y coordinación entre las autoridades refleja claramente una falta de liderazgo efectivo y un exceso de intereses personales o políticos que prevalecieron sobre el bienestar de la población.

La Pereza

Este pecado capital se relaciona directamente con la apatía y la falta de voluntad por parte de las autoridades y sujetos obligados para abordar adecuadamente la gestión de desastres, lo que tuvo graves consecuencias para la población.

La inacción es evidente en la demora de las autoridades en tomar medidas necesarias para proteger a la población de Acapulco. En lugar de actuar con determinación y rapidez para implementar medidas de prevención y reducción de riesgos, las autoridades parecían mostrar una actitud de indiferencia. Esta actitud refleja la pereza en la gestión de riesgos, ya que la inacción es un síntoma de la falta de esfuerzo y determinación para abordar un problema crítico.

Además, la falta de programas de reducción de riesgos es un resultado directo de esta pereza en la gestión de desastres. La implementación de programas efectivos para reducir riesgos requiere un esfuerzo continuo y planificación a largo plazo. Sin embargo, las autoridades en Acapulco parecían posponer esta tarea crucial, lo que dejó a la población vulnerable ante eventos catastróficos como el huracán Otis.

La Lujuria

Este pecado capital se relaciona con un deseo excesivo de desarrollo y expansión, a menudo a expensas de la seguridad y la previsión. En el caso de la falta de regulaciones de construcción efectivas, las autoridades pueden haber cedido a la presión de intereses económicos y políticos que deseaban un crecimiento desmedido y rápido. Esto a menudo conlleva a la reducción de restricciones en la construcción y la seguridad de las edificaciones, lo que pone en peligro a la población. La lujuria por el desarrollo puede llevar a la negligencia en la imposición de regulaciones estrictas para garantizar la seguridad de las construcciones.

Por otro lado, la construcción sin restricciones refleja un deseo excesivo de desarrollo a pesar de los riesgos evidentes. Las autoridades permitieron que se llevara a cabo una construcción descontrolada sin considerar adecuadamente la ubicación y la seguridad de las edificaciones. Esto puede estar impulsado por intereses económicos que buscan maximizar las ganancias a corto plazo, pero que descuidan la seguridad y la sostenibilidad a largo plazo.

En el contexto de la negligencia en la educación pública sobre riesgos y preparación ante desastres, se puede relacionar con un deseo excesivo de evitar el pánico o mantener una imagen de zona segura. Las autoridades pueden haber temido que la información sobre riesgos y preparación causara alarma entre los residentes y visitantes, lo que podría afectar negativamente la economía local.

En lugar de priorizar la seguridad y la preparación de la población, optaron por minimizar la información sobre los riesgos, lo que dejó a las personas mal informadas y mal preparadas para enfrentar situaciones de emergencia.

La Gula

La gula por satisfacer intereses personales o políticos en lugar de priorizar la seguridad y el bienestar de todos los ciudadanos contribuye a la desigualdad en la respuesta a los desastres y al sufrimiento de las poblaciones más vulnerables.

La falta de evaluación y previsión del impacto social refleja un exceso en la falta de atención a las poblaciones más vulnerables. En lugar de considerar y priorizar las necesidades de aquellos que son más propensos a sufrir en caso de desastre, las autoridades pueden haber enfocado sus esfuerzos en aspectos que benefician a sus propios intereses o a grupos específicos. Esto incluye la falta de inversión en infraestructura de emergencia en áreas con poblaciones de bajos ingresos, la falta de acceso a refugios seguros para comunidades vulnerables y la ausencia de programas de reducción de riesgos en áreas con alta concentración de población en situación de riesgo.

La Gula en la gestión de riesgos puede llevar a que las poblaciones más vulnerables sufran de manera desproporcionada en caso de desastres. Estas comunidades ya enfrentan condiciones precarias y, cuando las autoridades no consideran sus necesidades específicas, el impacto de un desastre se vuelve mucho más devastador para ellas.

La Envidia

Aunque tradicionalmente no se asocia con los pecados capitales en el sentido clásico, puede encontrar una interpretación en la gestión de riesgos en Acapulco. La envidia o celos entre diferentes niveles de gobierno o agencias podría haber influido en la falta de coordinación con organismos de ayuda y en la demora en la distribución de recursos, lo que finalmente perjudicó a la población necesitada.

Este concepto se relaciona con situaciones en las que diferentes entidades gubernamentales o agencias podrían haber sentido envidia o celos hacia otras que recibieron más atención mediática o recursos durante la respuesta a la emergencia. Esto podría haber llevado a disputas internas y rivalidades que obstaculizaron la coordinación efectiva y retrasaron la distribución de recursos esenciales a las áreas más afectadas.

En el contexto de la tragedia en Acapulco, la envidia o celos entre entidades gubernamentales, partidos políticos o agencias podría haber influido en la falta de un enfoque unificado y en la demora en la entrega de asistencia a la población necesitada. La prioridad debería haber sido la colaboración y la rápida respuesta a la emergencia en lugar de rivalidades y disputas internas.

 

Conclusiones:

El análisis de la tragedia en Acapulco a través del prisma de los pecados capitales destaca los errores y la ineficiencia en la gestión de desastres, resaltando la necesidad apremiante de un cambio significativo en la forma en que se abordan los riesgos y se protege a la población en el futuro. La falta de previsión, planificación y coordinación, así como la negligencia en la protección de la vida y la seguridad de los ciudadanos, son evidentes en cada uno de los pecados capitales identificados.

Es imperativo que esta tragedia no quede como muchas en el olvido jurídico, no fue un embate de la naturaleza, fueron años de negligencia, conformismo y apatía que deben de ser considerados en la ecuación de la revisión y deslinde de responsabilidades, desde autoridades, empresarios, administradores y asesores en protección civil, que de seguro cobraron jugosos contratos por sus asesorías.

No debemos olvidar, que si, en efecto no somos dioses para detener el peligro, pero si tenemos la capacidad de que el impacto cause el menor daños posible, desde el económico, ambiental y por su puesto el humano, principalmente en el derecho humano a la vida que todo ser humano tiene y que aquí ha sido violado.

 

ING. GUILLERMO MORENO RÍOS

  • Ingeniero Civil con maestría en administración y en protección civil
  • Diplomado en sistemas contra incendios y en derechos humanos.
  • Fundador del Consejo INCIDE y de la Red Profesional por los derechos Humanos