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“… el papel indispensable del sector asegurador en la Reducción de Riesgos de Desastres, así como su importancia en el desarrollo de la Resiliencia Comunitaria…”

Esta frase tan poderosa no es mía: pertenece a Lyndsay Garnica, especialista en tantos aspectos que no hay mejor forma de describirle y que hace de cada una de sus especialidades sus principios rectores; leer una frase tan potente induce a pensar que debiese grabarse en roca. Hay en esa expresión tal potencia que ciertamente es usada en política, en la religión, por tantas personas y en tantas formas y escenarios que se le desmerece y con el tiempo no a cualquiera se le puede creer porque se encuentra en algunos ámbitos vaciada de contenido y viciamos las propias palabras. Pero a ella si le creo.

Creer es más que un acto de fe y afirmar que se cree es más que una confesión: Es un compromiso ante lo enunciado, pero antes que ser un pronunciamiento para el mundo, quien afirma para sí mismo y además es consistente entre su decir y su actuar, tiene como una resultante natural convertirse en líder respecto de ese compromiso y, precisamente, porque su accionar es tan constante que tiende a convencer y a motivar a quienes comulgan con la afirmación.

Estas líneas no son una elegía a la persona per se, es una declaración simultánea, de adhesión,  conjuntiva a los fundamentos enunciados: La importancia de la Resiliencia Comunitaria y de la Reducción de Riesgos mediante un mecanismo financiero llamado Seguro.

Lamentablemente convivimos en un mundo convulsionado por los vaivenes de la enfermedad, la guerra, los intereses que no congregan si no que distancian, de una política ausente de un interés social, aunque se disfrace de ella mientras nos enfrentamos a las realidades. A la pobreza galopante, al siniestro catastrófico por hechos naturales y entrópicos donde la mitad del mundo ve en los mecanismos de resiliencia financiera intereses insanos, en tanto que son mecanismos de distribución entre iguales de los efectos perniciosos del siniestro, donde esa mitad del mundo prefiere extender la mano para obtener el beneficio (y cuando no la dádiva) de aquello por lo que no participó, antes que tratar de adherirse a la otra mitad que quiere planear el futuro y anticiparse a él. O no puede.

Reducir el Riesgo de Desastres no significa por definición intrínseca el desaparecer el peligro, pero mientras una parte del mundo clama precisamente por el derecho de no vivir inmerso en el riesgo, no puede o incluso no quiere hacer su parte para unirse a quienes ya trabajan en ese propósito, para abrir los brazos a los esfuerzos coordinados con quienes con un poco más de visión anticipan la inminencia del daño. Es la dicotomía entre no desear ser víctima, pero poder hacer poco para no ser parte de quien vivirá la pérdida y terminará convirtiéndose en estadística.

Si la mitad de quienes encontrándose en minusvalía acometieran con apenas una fracción del ímpetu y la dedicación de quienes lideran el esfuerzo, convirtiendo preceptos como es la resiliencia y la gestión del riesgo en actos concretos para reducir su propia exposición al peligro; el esfuerzo social tendría la unidad necesaria para obtener el resultado. No es una propuesta para salir a tomar las calles y organizar un llamamiento a la exigencia, nada más alejado de eso: Es arremangarse la camisa y disponerse a sudar trabajando perfectamente alineados con un propósito mayor, que es disminuir los efectos del siniestro.

“Creo firmemente” no invoca el compromiso fácil y hasta convenenciero, es la máxima manifestación del compromiso real y el estar dispuesto a realizar un trabajo permanente, dirigido, consciente de la causa y el propósito y es, enarbolado así, manifestación que debe tomarse por invitación, porque trasciende el compromiso individual para convertirse en propósito social.

Debes creer firmemente y sumarte.